VIAJE A LA HISTORIA
Viaja a la historia conmigo
Bienvenido a VIAJE A LA HISTORIA. Me llamo Juan Carlos y te invito a hacer un viaje en el tiempo conmigo, un viaje por la historia
En diciembre de 1995 terminé la carrera de Derecho en la Universidad de Alicante; me gustaba el Derecho, pero no pude ejercerlo porque no tenía un duro y tuve que decantarme por estudiar oposiciones. ya en 1997 pude convertirme en funcionario y ello me permitió unos años después hacer dos Masters y, finalmente, en junio de 2024 terminé Geografía e historia en la UNED. Ahora no me gusta nada de nada el Derecho (por ejemplo, el Fiscal General del Estado es el jefe jerárquico de quien tiene la obligación de investigarle) y me apasiona la historia, madre de todas las ciencias y los saberes, porque todos están incluidos en ella (¿será por este motivo que lo vienen desterrando de los planes de estudio de nuestr0s jóvenes?). La historia no es flexible, es manipulable, pero solo mintiendo, no dando un enfoque diferente como hacemos en Derecho.
CANAL DE YOUTUBE
Dejo en esta página los enlaces a los vídeos que cada semana subo a la plataforma de YouTube para que podáis verlos también con la explicación que añado en cada uno de ellos. Tomémonos la historia y la actualidad, nuestros políticos y sus ambiciones, sus imprudencias y su locura belicista como si fuéramos curas, transmisores de la palabra de Dios: con misericordia.

OCCIDENTE:
UN GIGANTE CON PIES DE BARRO 1
https://youtu.be/0UDDbBMyJ94
Como digo en mis videos yo he venido a hablar de mi libro, que pronto saldrá a la venta; he aquí un fragmento sobre el conflicto en Ucrania y las consecuencias que ha traido para el pueblo ucraniano las aventuras de un triste payaso y un hombre demenciado con su banda de cuatreros: "...en noviembre de 2013 se produjo el punto de inflexión que nos llevaría hasta donde estamos cuando el presidente electo y legítimo de Ucrania, Víktor Yanukóvich, rechazó el acuerdo económico que venía negociando con la Unión Europea y decidió aceptar la oferta del Kremlin, naturalmente, a cambio de desistir de sus devaneos occidentales. La existencia de un Estado como tal llamado Ucrania implosionaría muy poco después, evidenciando que las dos sensibilidades, la occidentalista profundamente antirrusa y la prorrusa que mira hacia Oriente, que habla ruso y se siente rusa no podían compartir techo ni Patria..."

OCCIDENTE: UN GIGANTE CON PIES DE BARRO
LAS MENTIRAS DE UCRANIA
https://youtu.be/LsadzSiEpQs?si=aMRuFz3y79HjqIlB
Seguimos con extractos de Occidente, un gigante con pies de barro y un video en el que hablamos de los grandes éxitos de la política del tío Joe y la banda de los cuatro, como la llama Jorge Cachinero: "…Si a todos estos cuestionables logros de la Administración Biden le añadimos que Rusia y China, la potencia a la que querían desestabilizar y aquella sobre la que pretendían volcar sus labores de contención y que se apuntaba como el principal adversario, se han visto prácticamente obligadas a estrechar lazos en una alianza que no tiene visos de romperse en un largo, muy largo período de tiempo, podríamos calificar el negocio de Ucrania como un estrepitoso fracaso de la política norteamericana y de sus fieles y leales vasallos, sus aliados tanto europeos como asiáticos y de la anglosfera mundial…"

OCCIDENTE: UN GIGANTE CON PIES DE BARRO
GRANDES FRACASOS DE OCCIDENTE
https://youtu.be/IislGSdoSOs?si=mZ_rIHxSTfr9R2x1
Seguimos con extractos de Occidente, un gigante con pies de barro y un video en el que hablamos de los grandes éxitos de la política del tío Joe y la banda de los cuatro, como la llama Jorge Cachinero: "…Si a todos estos cuestionables logros de la Administración Biden le añadimos que Rusia y China, la potencia a la que querían desestabilizar y aquella sobre la que pretendían volcar sus labores de contención y que se apuntaba como el principal adversario, se han visto prácticamente obligadas a estrechar lazos en una alianza que no tiene visos de romperse en un largo, muy largo período de tiempo, podríamos calificar el negocio de Ucrania como un estrepitoso fracaso de la política norteamericana y de sus fieles y leales vasallos, sus aliados tanto europeos como asiáticos y de la anglosfera mundial…"

OCCIDENTE: UN GIGANTE CON PIES DE BARRO
PRÓXIMA PUBLICACIÓN
El 5 de junio de 2024 terminé los estudios de historia en la UNED; los conflictos de Ucrania y Asia occidental estaban en pleno auge, en plena tragedia. Me decidí entonces a escribir un ensayo sobre la decadencia de nuestro mundo occidental. Me llamaba la atención el hecho de que nuestros dirigentes europeos cumplieran obedientemente con su papel de lamebotas desvergonzados de un señor con un deterioro cognitivo evidente mientras se disimulaban los crímenes que Israel y el Tío Sam cometían atrocidades extraordinarias en la sufrida tierra palestina y países antes orgullosos como Alemania llegaban a considerar como un asunto de Estado la seguridad del propio Israel.
El motivo de lanzarme a expresar mi opinión en un ensayo no fue otro que el darme cuenta de que cuando intentaba opinar sobre asuntos como éstos prácticamente toda la gente que me rodea había consumido la información sesgada que desde los medios de comunicación oficiales se nos daba tanto sobre un conflicto como sobre el otro y se trataba prácticamente de hablar con autómatas que demandan soma porque no pueden desembarazarse de principios inseminados vía medios de comunicación que, como sabemos hoy día han sido premeditadamente lanzados a la opinión pública mundial con el fin de, por ejemplo, hacernos creer que Vladimir Putin es un monstruo, que tiene varios tipos de cáncer, párkinson y otras gelipolleces que, desgraciadamente, calaron en nuestras poblaciones. Ahora sabemos que la USAID estadounidense ha infectado con falsas noticias nuestros medios de comunicación y ha gastado miles de millones de dólares para intoxicarnos con falsas noticias.
Ahora, afortunadamente, una editorial ha confiado en mi obra y en el próximo verano podré ver publicado un ensayo que espero que te guste, pues es fruto de un arduo trabajo de documentación y estudio, tras el cual mi tesis principal, cual era considerar que el mundo occidental vive una profunda decadencia, se ha confirmado.
NOTICIAS 21 DE NOVIEMBRE DE 2024
Hoy la Federación Rusa ha disparado por primera vez lo que, según Zelensky, era un misil intercontinental; finnalmente, el presidente de la Federación Rusa nos sacó de dudas, es un misil "Oreshnik"; como no soy experto, no quiero entrar en las características de este arma pero ver las imágenes da miedo, sin duda. Sorprendentemente (para quien lo sea, pues muchos teníamos claro que iban a ocurrir muchas cosas hasta que tome posesión Trump, si es que lo hace, lógicamente, y no bromeo), todos sabían también que permitir a Ucrania disparar los misiles ATACMS estadounidenses y los STORM SHADOWS británicos sobre la profundidad del territorio ruso era un salto cualitativo de imprevisibles consecuencias y, sin embargo, las potencias anglosajonas lo han hecho, lo que me empuja a plantear varias cuestiones que iré subiendo a ver qué te parecen, estimado lector:
JUAN CARLOS P.G.
YO HE VENIDO A HABLAR DE MI LIBRO I
Estimado amigo: cada día que nos levantamos se hace historia; pronto publicaré un trabajo sobre historia, pero lo sorprendente es que este trabajo sobre historia va a tratar de hoy. Hoy está ocurriendo la historia, una historia que puede marcar nuestro futuro, el futuro de todo el mundo; Estados Unidos ha atacado con sus misiles a Rusia. Todo el mundo sabe que los misiles ATACMS, como los Storm Shadows británicos, solo pueden ser operados por personal militar estadounidense y británico respectivamente, como los radares que se utilizan y la tecnología de guerra electrónica que aplican son de las propias potencias anglosajonas.
Mi libro trata de dar respuesta a las grandes preguntas que podemos hacernos los estupefactos ciudadanos occidentales que asistimos a la profunda decadencia de nuestra cultura y civilización occidental. ¿Por qué parece que nuestras élites quieren que estalle un conflicto nuclear a escala mundial? ¿Cómo es posible que siga al frente de la primera potencia mundial un hombre que no podría presidir ni su comunidad de vecinos? ¿Por qué ha llegado nuestra sociedad a semejante grado de alienación con respecto a los hechos que nos rodean?
Para hacerlo me he apoyado preferentemente en cuatro libros que me han dejado huella. Te muestro a continuación las reseñas que he realizado de los cuatro; te los recomiendo, espero que te gusten, me ayudaron atener una visión más generalista de lo que considero una decadencia profunda en nuestras costumbres, nuestro sistema político, las élites que nos gobiernan, las expresiones artísticas y creativas, etc.
A ver si te gustan...
LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
PERSONAJES
NICETO ALCALÁ-ZAMORA
Niceto Alcalá Zamora nació en Priego de Córdoba el 6 de julio de 1977 en el seno de una familia de honda raigambre cordobesa y convicciones liberales; jurista de prestigio reconocido, fue ministro en dos ocasiones durante la monarquía de Alfonso XIII en los momentos previos a la dictadura del general Primo de Rivera. Como a tantos otros españoles, la zozobra política y la crisis perenne le llevaron al protagonismo en la vida política. De su capacidad, como de su ambición, nadie puede dudar.
El pistoletazo de salida para la instauración de la Segunda república no vendría de los declarados enemigos del régimen, de los partidos proletarios o socialistas, ni siquiera de los anarquistas que habían intentado asesinar al monarca el día de su boda; la apertura del proceso instaurador tendría que venir de un antiguo ministro alfonsino, D. Niceto Alcalá Zamora, que en una conferencia en el teatro Apolo de Valencia el 13 de abril de 1930 se declaraba republicano y llamaba a la acción en pos de la república.
NOTICIAS 21 DE NOVIEMBRE DE 2024
Hoy la Federación Rusa ha disparado por primera vez lo que, según Zelensky, es un misil intercontinental; como no soy experto, no quiero entrar en las características de este arma pero ver las imágenes da miedo, sin duda. Sorprendentemente (para quien lo sea, pues muchos teníamos claro que iban a ocurrir muchas cosas hasta que tome posesión Trump, si es que lo hace, lógicamente, y no bromeo), todos sabían también que permitir a Ucrania disparar los misiles ATACMS estadounidenses y los STORM SHADOWS británicos sobre la profundidad del territorio ruso era un salto cualitativo de imprevisibles consecuencias y, sin embargo, las potencias anglosajonas lo han hecho, lo que me empuja a plantear varias cuestiones que iré subiendo a ver qué te parecen, estimado lector:
1) Joe Biden ya no toma decisiones
En primer lugar, debemos tener en cuenta que es éste, probablemente, el momento más peligroso para la sociedad mundial en su conjunto, sin duda más que el que se vivió con la crisis de los misiles de 1962, cuando el conflicto entre las dos grandes potencias pudo producirse sin que ninguno de ambos contendientes hubiese disparado al otro ni una bala, mientras hoy el hecho objetivo es que con misiles estadounidenses y británicos se han atacado objetivos militares rusos en Rusia, en el territorio, no lo olvidemos, de la primera potencia nuclear mundial. Esto es un hecho. En octubre de 1962, al frente de Estados Unidos se encontraba un hombre de 45 años, JFK, en pleno uso de sus facultades mentales, vigoroso y querido por su pueblo que, junto a su hermano Bobby, formaban un tándem que devolvía la ilusión a Estados Unidos tras el tumultuoso mandato de Richard Nixon. Al frente de la Unión Soviética se encontraba Nikita Kruschev, fiel representante de la gerontocracia soviética, pero hombre que, al fin y al cabo, junto al norteamericano, tuvo la templanza necesaria para conseguir que el conflicto no fuera más allá.
¿Quién autorizó el pasado día 16 a Ucrania, ¡nada menos que a Ucrania!, cuyo presidente lleva intentando que entremos en guerra todos desde hace dos años, a emplear estas armas de largo alcance sobre el territorio de la Federación Rusa? Teóricamente, fue un hombre por el que, independientemente de la catadura moral que se le puede suponer por hechos anteriores a su demencia, todos los que tenemos o hemos tenido algún familiar que ha padecido este tipo de degeneraciones cognitivas podríamos llegar a sentir lástima. Un hombre que, sin ninguna duda, no duerme solo para evitar que salga por la puerta de la Casa Blanca celebrando Halloween o cualquier barbaridad sobre la que no me permito gastar ni una broma. Un hombre que no está ni para presidir su comunidad de vecinos. Evidentemente, no ha sido él quien ha tomado esta decisión histórica. Para lo que le queda de estar en el convento...Lamentable
2) Un golpe de estado
En cualquier caso, sea quien sea quien haya tomado tanto la decisión de autorizar lo que parece prácticamente una declaración de guerra, así como quien haya apretado el botón para el lanzamiento de los misiles, no debemos olvidar que hace poco más de una semana que se celebraron las elecciones en Estados Unidos y que, en ellas, el pueblo estadounidense, esta vez no por unos votos o unas triquiñuelas electorales sino por abrumadora mayoría, optó por la opción Trump, uno de cuyos principales argumentos fue detener la guerra de Ucrania, algo que, por supuesto, no va a ocurrir con hechos como los que hemos vivido durante estos días. Recordemos que el presidente electo presumía de acabar con el conflicto en 24 horas. Veremos si le dejan y si quiere verdaderamente. Ojalá.
Entonces, si convenimos en que Joe Biden no puede tomar estas decisiones por su demencia, ya que fue declarado inimputable por un tribunal estadounidense aunque apreciara delitos en su conducta, algo verdaderamente extraño (no tener condiciones afrontar la comisión de hechos delictivos, pero sí para liderar la potencia más importante del mundo en estos momentos y para, teóricamente, tener a mano el botón rojo), estaremos de acuerdo en que son otras personas quienes toman las decisiones en Estados Unidos.
Pues como decía, sea quien sea quien tome las decisiones hoy en Estados Unidos, el hecho es que un gobierno en funciones virtualmente aunque, como sabemos, esta figura no exista en Estados Unidos, cuya gestión con respecto a la guerra en Ucrania ha sido claramente censurada por su pueblo, ha tomado una decisión que puede marcar el destino del mundo, dejando en las manos de Vladimir Putin, el gran malvado, la posibilidad de que entremos en un período bélico inimaginable hace unos años, una auténtica guerra devastadora, pues su pueblo sí está detrás de él y sí le apoya en las decisiones que pueda tomar. En su paciencia estratégica habremos de confiar.
Y esto, repito, se ha hecho al margen de la opinión y la voluntad manifestada en las urnas del pueblo estadounidense hace solo una semana. Es, sin duda, con mayúsculas, UN GOLPE DE ESTADO. Pero es un golpe de estado que no sabemos quién ha dado, aunque quien haya leído las páginas anteriores pueda sospechar de ese estado profundo que no da la cara, que no tiene ojos ni nombre, pero que parece querer asomarnos a todos al abismo.
3) Cambio en la doctrina militar rusa
Horas antes del ataque con los Misiles ATACMS contra suelo ruso, el propio Vladimir Putin hacía oficial el cambio en la doctrina nuclear de la Federación al que me he referido anteriormente. Básicamente, Rusia considerará un ataque de una potencia nuclear el que se haga por una que no lo sea pero apoyado por ésta y, muy importante entre otras cosas, el ataque de un miembro de cualquier organización militar contra Rusia se tendrá por ataque de toda ella en su conjunto. No podía ser de otra forma. Ni Putin ni Rusia en su conjunto son tontos ni unos convidados de piedra en una fiesta en la que su propia existencia está en juego. Saben perfectamente, como por otra parte el propio Putin ha manifestado en varias ocasiones, que es imposible que los militares ucranianos manejen los resortes de la información de inteligencia necesaria, de guerra electrónica y, sobre todo, que son incapaces de manejar los propios misiles ATACMS ni tienen los códigos necesarios para hacerlo, luego es absolutamente necesario que estos cohetes sean manejados por personal militar estadounidense que, por tanto, está atacando territorio ruso. De nuevo, lo repito. Es un hecho, aunque parezca mentira: Estados Unidos ha atacado a Rusia.
4) Bases estadounidenses en casa
Una vez analizados los hechos geopolíticos que nos han traído hasta donde estamos, veamos ahora estos acontecimientos desde una perspectiva más cercana a nosotros. En España, como en prácticamente toda Europa, como ya he comentado, estamos infestados de bases militares estadounidenses. No hace falta que diga que estoy absolutamente en contra de que ningún país extranjero (¡y menos un anglosajón, por supuesto!) tenga bases en nuestra España, pero el hecho es que están y debemos convivir con ello. No voy a detenerme ni en saber si se ha manifestado acerca de la grave situación geopolítica nuestro presidente del gobierno. No me interesa. El hecho es que, como digo, hay bases militares estadounidenses en nuestros países y, conforme a la nueva doctrina nuclear rusa, virtualmente estamos en guerra con Rusia, ¿y si nos atacan? ¿a quién pediremos explicaciones? ¿a Putin? Putin no ha podido ser más claro y lo viene siendo desde hace muchos años, ésta es una guerra existencial para la Federación rusa, vivir o morir, persistir y seguir existiendo o desaparecer.
5) Nos meten en guerra sin preguntarnos
Decía que no sé ni me importa si Pedro Sánchez se ha pronunciado o no sobre estos eventos de la semana y es verdad, me da igual. Lo grave es que personajes como la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y Mark Rotte, secretario general de la OTAN, a quien, nunca debe olvidarse, no los ha elegido el pueblo europeo para nada, se permitan el lujo de manifestarse a favor de estos hechos tan graves que pueden meternos de lleno a los países que pertenecemos a la organización atlántica en un conflicto armado con la mayor potencia nuclear del mundo. Si esto no es un golpe de estado también, si estos dirigentes de pacotilla que rigen nuestros destinos pueden meternos en una guerra sin siquiera consultar a los ciudadanos que les pagamos, ¿para qué vamos a las urnas? ¿Qué somos para ellos sino números prescindibles, carne de cañón como los ucranianos para el comediante que tienen por presidente?
6) ¿Por qué? ¿Qué quieren?
En las páginas anteriores una pregunta ha sobrevolado toda mi argumentación acerca de la guerra en Ucrania; una vez parece, desgraciada y sorprendentemente, que estas élites que todavía rigen la mayor potencia militar del mundo están dispuestas a meternos a todos en una guerra terrible, cualquier persona con un mínimo de sentido común que no salga de su asombro, debe preguntarse: ¿qué quieren? ¿por qué quieren que mueran miles, si no millones, de personas?
La verdad, no lo sé. Elucubremos: históricamente, han existido los ataques preventivos, las guerras preventivas. Por ejemplo, Gran Bretaña se mostraba predispuesta al conflicto antes de la Gran Guerra por la sencilla razón de que Alemania, como potencia centroeuropea, comenzaba a amenazar la supremacía naval británica y, con él, la hegemonía del Reino Unido. También Roma se mostró totalmente predispuesta a la guerra con Cartago conforme observaba el creciente poderío de la potencia norteafricana en la península ibérica hasta el punto de que, antes de estallar la contienda, ya tenía previstos planes para atacarla simultáneamente en la propia península y en Cartago.
Por otro lado, recientemente he podido leer algunos artículos (que no voy a reproducir) en los que se advierte que la pérdida de la hegemonía militar norteamericana con respecto al poderío militar de China es irreversible y se va a materializar en los próximos años. Que no hay nada que hacer, el gigante asiático va, por así decirlo, a otra velocidad. Esto es muy importante, quizá no haya en el trasfondo de estas dramáticas decisiones de las élites norteamericanas solo ese afán al que se refería Eisenhower de vender armas o de un dominio puramente económico. Quizá haya detrás algo más, la necesidad de tener una guerra, y de tenerla ya; no en vano, históricamente está demostrado también que los declives en la hegemonía de los grandes imperios siempre vinieron acompañados (salvo en el caso de Gran Bretaña, en que se produjo una transmisión correcta de los poderes hacia sus hijos descarriados) de grandes guerras y grandes desgracias. Es una elucubración, solo con una explicación histórica podemos encontrar razones para que estas personas sin escrúpulos jueguen tan descaradamente con un fuego que amenaza con quemarnos a todos.
7) Las preguntas sin respuesta
La otra gran pregunta que queda por contestar es, no obstante, la más importante y, también, la más inquietante. ¿Cómo reaccionará Rusia? Si lo hace de la misma forma que quienes han lanzado estos misiles, probablemente, este libro ya no llegue más que a los más cercanos de mis allegados, por motivos obvios. ¿Pero tiene otra alternativa? ¿Para qué, entonces, habría aprobado esta modificación en su doctrina militar? ¿Podrá soportar la calma estratégica adoptada por la Federación la presión de voces como la de Dimitri Medvedev que claman ya por el estallido de una conflagración mundial? ¿Podría soportar el régimen ruso la presión popular si los lanzamientos, como es presumible dada la actitud de ucranianos y occidentales, aumentan e, incluso, afectan a la población civil? ¿Podría soportar esta doctrina militar de paciencia estratégica el empuje occidental hasta que tome posesión Donald Trump? ¿Qué piensa Trump de lo que ha hecho la Administración saliente? ¿Se hará corresponsable, en un alarde de patriotismo, de cuanto haga la administración Biden hasta su toma de posesión? ¿Hablarán Putin y Trump antes de que ocurra algo irreversible?
RESEÑAS QUE PUEDEN INTERESARTE

PHILIPPE SANDS: LA ÚLTIMA COLONIA
A lo largo de sus páginas "La última colonia" recoge las vicisitudes de la población del archipiélago de las islas Chagos en un enfrentamiento desigual con el inmovilismo, la hipocresía, la inmoralidad y los intereses del decadente imperio británico. Es un viaje conmovedor y emocionante que nos lleva desde la Sala de Vistas de la Corte Internacional de Justicia de La Haya a la paradisíaca isla de Peros Banhos de forma paralela a los lentos pero inexorables avances que en materia jurídica se van produciendo en la lucha por los derechos más íntimos e inherentes a la población humana de los pueblos colonizados, esquilmados, depauperados.
Sands estructura su trabajo de forma que nos presenta la crisis del colonialismo, sus valores y su hipocresía en plena perversión de las teorías darwinianas que llevaron a justificar la explotación de los pueblos pretendidamente inferiores por las potencias colonialistas. De forma paralela a la lucha que el propio Sands y sus colegas plantean por los derechos a volver a su tierra de Madame Liseby y sus familiares, narra la lenta evolución de las estructuras institucionales de los organismos internacionales, así como las resistencias que las potencias anglosajonas mantienen férreamente con toda clase de artificios jurídicos y banalidades.
Por el camino, el autor británico nos presenta a los auténticos protagonistas de su libro: la isla de Peros Banhos y sus habitantes, ejemplificados en la sencilla dignidad de Elysé. Analfabeta e insignificante para los gobiernos de su propio país, Sands nos muestra una mujer fuerte e incrédula ante las injusticias que se cometen contra su pueblo, orgullosa y perseverante en su anhelo por retornar a su paradisíaca isla, la madre perdida, en la que "no les hacía falta de nada".
"La última colonia" es un camino largo, a veces desesperante, siempre triste, pero pleno de dignidad humana tanto por parte de los propios y legítimos dueños de este paraíso como de los juristas que, poco a poco, paso a paso, van derruyendo el edifico colonialista en un recorrido por casos como la injerencia estadounidense en Nicaragua o la condena de las políticas criminales de la República Sudafricana con respecto al África del Sudoeste hasta volver de nuevo a la Corte de la Haya donde se escenificará el fin de esta última colonia africana. Para ello, el abogado londinense narra de forma intimista su ascenso hasta llegar a la abogacía ante la Corte Internacional, sus primeros contactos con las autoridades de Mauricio en su afán por conseguir la reunificación de su país, la relación personal con la protagonista y su familia y nos hace transportarnos a miles de kilómetros para sentir que vemos las limpias aguas de las playas del Índico y disfrutar con el autor de sus íntimas experiencias con los chagosianos.
Nacido en Londres en 1960, Philippe Sands es autor de numerosos libros y ensayos sobre el mundo actual, ha tratado desde la dictadura del general Pinochet en Chile a acontecimientos recientes como las invasiones de Afganistán o Irak por Estados Unidos y sus aliados; Philippe es una suerte de mezcla británica y francesa, marcado en su cultura y desarrollo personal y profesional por el profundo daño que el régimen nazi dejó en su familia, lo que ha marcado en gran medida su lucha contra la injusticia, el genocidio y el colonialismo. Su enorme currículum como profesor, escritor y abogado especializado en Derecho Internacional excede la finalidad de esta reseña, por lo que debemos centrarnos en su labor respecto a esta última faceta. Como abogado en materia de Derecho Internacional ha intervenido en importantes procesos legales ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea incluyendo el ya referido al general Pinochet, la guerra de Yugoslavia y el terrible genocidio de Ruanda y es profesor de Derecho Internacional en el University College de Londres[1]). Quizá en la cima de su labor como abogado especializado en Derecho Internacional, y a pesar de haber trabajado en casos judiciales de mayor atención mediática, el autor británico hace evidente en las páginas de su libro que éste es un viaje que le ha marcado personalmente, un trayecto arduo y laborioso en el que se ha implicado personal, profesional y emocionalmente.
Con una prosa sencilla y de fácil lectura, emotiva y hasta conmovedora por momentos, se hace difícil en ocasiones, como al propio autor y a los habitantes de Peros Banhos, sustraerse a las lágrimas, la impotencia, la desesperación ante la injustica y hasta la desfachatez de los argumentos contra los que ha de combatir. A pesar de los tecnicismos que abundan en materias como el Derecho del Mar, Sands sabe transmitir en emotivos términos la lucha legal que los abogados contratados por Mauricio entablan contra los colosos anglosajones con un lenguaje fácil y accesible al lector lego en asuntos jurídicos, adentrándonos en el opaco mundo de la Corte Penal Internacional y presentando a jueces, abogados, gobernantes, etc., como personas, con sus miserias y sus grandezas, sus complejos y sus ambiciones. Así, la delicada dignidad, la atractiva sencillez, el orgullo personal de Elysé contrastan con la miseria moral y la mezquindad de personajes de otro tiempo como Boris Johnson.
Tras adentrarnos en los vericuetos del Derecho Internacional, su propia experiencia personal, su relación con Madame Liseby y el duro camino hasta el reencuentro con su paradisíaco mundo, Philippe Sands termina con un magnífico relato de los días en que, al fin, Madame Elysé y los supervivientes de tan terrible destino alcanzan el sueño de volver a casa. Es un relato prolijo, como si de una película de Hollywood se tratara, en la que parece tan difícil evitar las lágrimas al lector como al propio Sands. Está narrado con una precisión romántica; la naturaleza, el pequeño cementerio, el hospital, la herrería, la iglesia, la pequeña cárcel y la guardería se hacen tan evidentes a nuestros ojos como las blancas arenas de las paradisíacas playas, sus palmeras y cocoteros o los delfines que alegres dan la bienvenida a los legítimos propietarios de tan maravilloso paraíso. En estas páginas el autor y abogado británico nos traslada al remoto océano con un relato emotivo y embriagador que nos envuelve y nos hace soñar con que un mundo mejor es posible.
"La última colonia" es un recorrido conmovedor por la lucha de un pueblo, representado magníficamente en la persona de Madame Elysé y el propio Philippe Sands, contra las injusticias del imperio anglosajón, los últimos rescoldos del inmoral uso que Europa hizo de la teoría darwiniana y su interpretación hipócrita de la selección natural. Independientemente del desprecio que el decadente imperio británico muestra todavía hoy con respecto al Estado de Derecho al que dice defender, lo cierto es que en su epílogo Sands clama por la hipocresía de la postura de Joe Biden sobre el tema y su doble rasero a la hora de juzgar el triste devenir de los chagosianos y el de la invasión de Ucrania, preguntándose: "¿y qué hay de Chagos? ¿es que acaso rige una norma para ustedes y otra para nosotros?".
Respecto de su espléndido y emocionante trabajo, en marzo de 2024 nos queda una cuestión por aclarar, una cuestión en la que nos quedamos a medias. Sands da cuenta de una anécdota que tendría posteriormente su trascendencia en el desarrollo de la vista de la Corte de La Haya cuando narra cómo el juez italiano Giorgio Gaja pasa a sus colegas una nota con una pregunta cargada de profundidad moral: "¿Qué relevancia ha tenido la voluntad de la población de origen chagosiano?" Y en esta reseña sobre este magnífico, desasosegante y conmovedor libro, podemos hacernos otra: ¿qué relevancia ha tenido desde 1948 la voluntad de la población de origen palestino con respecto a su propio destino, su propia diáspora? Como señala el autor británico respecto de la tragedia de los habitantes de la isla de Peros Banhos, la del pueblo palestino es, sin duda, "una tragedia humana que no tenía cabida en el siglo XXI".
Cuando nos habla de "personas reales, vidas reales, hechos reales, consecuencias reales y permanentes", no podemos abstraernos de la doble moral que supone defender con tanta dignidad, aplomo y convicción moral el derecho de los chagosianos y, en especial, de Madame Elysé, mientras reconoce el derecho del Estado de Israel a defenderse ante las atrocidades de Hamás. Así lo hace en una entrevista en la página web de "El diario" el pasado 28 de octubre[2]. Si bien un extracto de un encuentro periodístico no puede deslegitimar, per se, la indiscutible trayectoria del abogado británico en defensa de los derechos humanos y la justicia en el Derecho Internacional ni, por otro lado, su no complacencia con la desproporcionada respuesta del Estado israelí ante los hechos ocurridos el 7 del mismo mes, sí puede invitarnos a hacernos algunas preguntas acerca del diferente rasero que se emplea habitualmente en occidente con respecto al genocidio que se vive en la hacinada franja de Gaza. Es éste un tema de indudable relación con el contenido de "La última colonia" por la reciente resolución de la propia Corte Internacional de Justicia del pasado 26 de enero en la que el órgano de justicia instaba a "que Israel tome medidas inmediatas para garantizar que su ejército no viole la Convención sobre el Genocidio"[3], un procedimiento que, de forma muy simbólica, fue planteado ante el tribunal por la República Sudafricana, tan presente a lo largo de sus páginas.
Quizá debamos concluir que no sea fácil ser descendiente de judíos asesinados por el nazismo y defender con la misma intensidad los derechos de los pobres habitantes de Chagos y los de los pobres habitantes de la Palestina ocupada. Porque en términos estrictamente jurídicos, cabría preguntar a Phiplippe Sands: ¿son compatibles los derechos de los pueblos ocupados a defenderse y los de los ocupantes ante las agresiones de los ocupados? ¿tienen más derecho a su dignidad, a su vuelta a su tierra los chagosianos que los palestinos?, ¿acaso no es el sufrimiento del pueblo palestino equiparable al de todos los pueblos oprimidos por el colonialismo europeo? En definitiva, proponiendo lo que en Derecho se llama un supuesto de laboratorio: ¿podría haberse defendido en Derecho Internacional el derecho subjetivo a defenderse de las autoridades británicas contra un hipotético ataque de Madame Elysé Liseby el 27 de abril de 1973 en el momento en que era deportada y alejada de su propia patria?

OSWALD SPENGLER: LA DECADENCIA DE OCCIDENTE
¿Pesimista o realista? Sin duda, el ambiente que se respiraba en las movidas aguas intelectuales de la Alemania del siglo XIX puede hacernos a los lectores del siglo XXI conceptuar al profesor de Blankenburg como un pesimista. Probablemente, solo fue un realista. En su obra cumbre, quizá pretenciosa [1], Oswald Spengler lanzaba un grito de desesperación e impotencia ante una Europa de comienzos del siglo XX que se desperezaba entre movilizaciones de tropas, bombardeos, máquinas y tambores de guerra.
Como Nietzsche, Spengler fue un eterno incomprendido a pesar de la gran recepción de su obra, especialmente la de esta decadencia de occidente. Pesimista o realista, esta obra es un fascinante viaje de ida y vuelta, del pasado al presente y del presente al futuro, de culturas y civilizaciones, de física y de matemáticas, de filosofía y de filología, antropología y sociología, música y arte, un hermoso trayecto por la Europa que se asomaba al abismo, pleno de conceptos nuevos, términos recién nacidos, culturas muertas y en vigilia, una clase magistral de erudición y atrevimiento que, como comenta Arthur Herman en "La idea de la decadencia en la historia occidental" citando a Thomas Mann, Ludwig Wittgenstein o Max Weber, no dejaba indiferente prácticamente a nadie.
Si, normalmente, cuando hablamos de los grandes pensadores de los últimos siglos siempre hemos de referirnos al doctorado que estudiaron o las importantes universidades en las que impartieron docencia, en el caso de Spengler sí superó sus estudios como doctor en filosofía con una tesis sobre Heráclito, pero se conformó con ser profesor de enseñanza media mientras se cultivaba intelectualmente en materias tan diversas como la física, la matemática, la filosofía, la música o la historia, siempre desde una postura autodidacta. En su espléndida obra, tres figuras vienen y van para apoyar o desmentir sus teorías en una labor destructora sobre las concepciones que acerca de la historia se mantenían oficialmente: son filósofos y pensadores alemanes que influyen poderosamente en su obra: Hegel, Nietzsche y Goethe.
Con una postura claramente contraria a la concepción tradicional occidental de la historia, rechazando la visión lineal y escatológica de ésta en favor de un concepto vital cíclico de las diversas culturas, a imagen de los seres vivos que tras su génesis viven momentos de crecimiento, auge, esplendor, decadencia, ocaso y muerte como algo natural, Spengler estudia las civilizaciones como elementos integrantes de la propia naturaleza desde una postura pagana, comparando los grandes procesos de la historia.
En su afán, no solo de análisis hacia atrás en el tiempo, sino con la voluntad declarada de predecir el futuro, el profesor no escatimó en su estudio, escrutando desde el concepto del tiempo y el espacio al simbolismo de los números, las artes y la música, el lenguaje, la arquitectura, la pintura o el retrato, todo ello en relación con las distintas culturas en que se han manifestado. Así, para el filósofo alemán, ocho grandes culturas se han desarrollado a lo largo del tiempo: la cultura India, la Babilónica, la egipcia, la china, la mexicana, la arábiga o mágica, la clásica o grecorromana y la europea occidental o fáustica.
Oswald Spengler se inserta en la corriente pesimista alemana proveniente del siglo XIX, en momentos en que la llegada de la revolución industrial, con la alienación de las masas, la despersonalización de los individuos y la separación del campesino con respecto a la tierra, inundan de pesadumbre personalidades como Schopenhauer, Wagner o Nietzsche.
Para Spengler, al contrario que para Arnold J. Toynbee, no hay puertas abiertas, no hay otra posibilidad que la disolución, pues las culturas son como los organismos vivos. Occidente no es una cultura distinta a las demás, como Micenas y Creta, como la Egipcíaca o la maya, no hay alternativa y nuestra cultura, ya decadente, ha de enfrentarse a su extinción.
Para Spengler, el poder del dinero y la devoción hacia éste inculcada por las minorías decadentes y las grandes urbes que ocupan el lugar del natural terruño, son algunos de los síntomas más importantes de una decadencia que, necesariamente, en su fase final y bajo la concepción pesimista del profesor alemán, entraría en un período de agonía previo a la muerte, cuyos últimos estertores serían presididos por el cesarismo, un sistema de gobierno cuyo antecedente más cercano podríamos encontrar en Roma tras la llegada de Augusto y el poder autocrático.
Spengler no cree que la historia sea una ciencia, no cree que las normas científicas tengan aplicación al estudio de la historia y critica el uso interesado que del darwinismo hizo la cultura occidental; tampoco cree que la civilización occidental pueda encontrar una vía de escape en el materialismo científico y prefiere separar el mundo de lo material, el progreso y la técnica, del mundo del pensamiento, de lo espiritual.
A lo largo de "La decadencia de occidente" sobrevuela la idea de la muerte, el ocaso, la disolución, el fin, no solo con respecto a las culturas y civilizaciones cuyas vicisitudes analiza, sino también con respecto a lo que llama "el terror cósmico", el miedo a la muerte, a lo desconocido, a lo infinito: "si en vez de dirección de la vida decimos irreversibilidad; si no sumimos en el sentido terrible que tienen las palabras ¡demasiado tarde! que indican que un trozo fugaz del presente entra en el eterno pasado, comprenderemos bien el fundamento de todo conflicto trágico"[2]; así, Spengler compara la irreversibilidad del declive de las culturas y civilizaciones con la trágica sensación de terror que produce en la conciencia humana el paso del tiempo y el acercamiento a la muerte.
El día de Navidad del año 1936, Jorge Luís Borges escribía un recuerdo sobre el erudito autor alemán al respecto de su magnífica decadencia de occidente, recordando su pasión por los libros y las condiciones en las que optó por el aislamiento con el fin de buscar una razón a la historia, un conjunto de reglas que pudieran hacer corresponder la evolución vivida por las culturas del pasado y los puntos comunes en su evolución con la nuestra. Supo, por otra parte, como escribió Borges, no contaminarse nunca "del odio peculiar de esos años"[3].
Spengler es un universo. Es un universo de conocimiento, un ejercicio de erudición, un viaje que anunciaba ya el drama que se avecinaba sobre la Europa feliz de comienzos del siglo XX; los grandes pensadores del siglo del Romanticismo y sus herederos de la primera mitad del siglo XX, como Arnold L. Toynbee y el propio Spengler, venían anunciando que la escapada de la cultura occidental de las cadenas y la cueva religiosa no deparaba un camino seguro, lineal e invariable hacia el progreso y la felicidad, sino que nuestra cultura avanza ahora entre la desesperanza, el desasosiego, el individualismo y la ausencia de valores.
Como terminaba su homenaje Borges meses después del fallecimiento del profesor alemán, "su concepto biológico de la historia se podrá discutir; no su espléndido estilo".
[1] Spengler, Oswald (traducción de Manuel G. Morente): La decadencia de occidente, Barcelona, Austral, Espasa Libros, S.L.U., 2011, Volumen I, p. 27: en las primeras letras de su Introducción anuncia que pretende acometer "por vez primera el intento de predecir la historia"
[2] Spengler, Oswald: op.cit. p. 209.
[3] https://filosofiadisidente.blogspot.com/2014/05/oswald-spengler-por-jorge-luis-borges, 24 de mayo de 2014.

ARNOLD J. TOYNBEE "ESTUDIO DE LA HISTORIA"
Arnold J. Toynbee leyó con atención "La decadencia de Occidente", de Oswald Spengler. Al redactar los tomos cuarto y quinto de su magna obra "Estudio de la historia", dedicados al colapso y la desintegración de las civilizaciones, dos décadas después de que viera la luz el primer tomo de la de Spengler, el historiador británico no podía lanzarse a diseminar este estadio final de las veintiséis civilizaciones que analizó sin aludir al que llamó (diría que cariñosamente) "nuestro determinista en historia"[1]. Sin embargo, como apuntaba Arthur Herman, uno de los primeros que compraron un ejemplar de la obra de Spengler había sido el propio Toynbee, y coincidían en "la convicción de que el protagonismo británico en la historia llegaba a su fin"[2].
Con una concepción más optimista, al menos no tan determinista como él aclaraba, Toynbee desarrollará en esta parte de su obra un extenso y erudito argumentario sobre los motivos, las causas internas y externas, los procesos, errores, etc., que han llevado al ocaso y disolución de civilizaciones como la Egipcíaca, la Hitita, la Minoica, la Inca o la Maya, mientras que de las diez que considera aún con vida, como la Islámica, la Cristiandad ortodoxa de Rusia, la Hindú o la del Lejano Oriente del Japón, dos las considera agonizantes (Polinésica y Nomádica) y siete vienen amenazadas de aniquilamiento por la nuestra, la occidental, la única que consideraba con posibilidades, por así decirlo, de salvación. Toynbee quería ser más optimista que el propio Spengler, Nietzsche o Schopenhauer, dejando una puerta abierta a que nuestra civilización pudiera sobrevivir pero, como el propio Herman advierte, ya intuía que si el Imperio veneciano (escribía durante una excursión por las ruinas de un palacio barroco de Creta) había perecido, "el Imperio británico no podía ser inmortal".
Toynbee representa a la escuela idealista, lo que debería ser; Spengler nos habla más de lo que es o, mejor dicho, de cómo percibe él lo que es. Las circunstancias vitales que le tocó vivir en la primera mitad del siglo XX hicieron al profesor inglés aborrecer el nacionalismo y la guerra como brutales y detestables.
A pesar de la voluntad de separar su filosofía de la historia de la de Oswald Spengler, Arnold L. Toynbee coincidía con éste en su voluntad de escribir sobre la historia con nuevos ojos, evitando un enfoque excesivamente eurocéntrico aunque lo hiciera desde ese tufillo victoriano que transmite su obra y su preocupación ante las circunstancias que le tocó vivir, centrando gran parte de su atención en la decadencia de nuestra civilización occidental, su gran preocupación ante los acontecimientos centrales del siglo y, todo ello, entre circunstancias personales dramáticas como el suicidio de su hijo o el abandono de su esposa[3].
Si algún lector ávido de filosofía de la historia ha leído, no ya las obras completas de Arnold L. Toynbee, sino su "Estudio de la historia", ya casi podríamos considerarlo un erudito, pues la pregunta que cualquiera se haría en primer lugar tras leer solo los dos tomos que de esta última obra dedica al colapso y la desintegración de las civilizaciones (como es mi caso), es cómo pudo este hombre escribir y leer tanto, tan bien, con un estilo tan peculiar y con tan gran coherencia. Sin duda, leía también mucho.
En su obra, Toynbee transita por los caminos ya andados por Spengler, analizando la génesis, el crecimiento, el colapso y la desintegración de las veintiséis civilizaciones que consideró dignas de análisis y estudio, extendiéndose también a los aspectos religiosos (a los que les dio gran importancia a lo largo de toda su obra), los contactos entre las distintas religiones, etc.
Si Spengler profundizaba en los aspectos fisiocráticos, en los grandes fenómenos de las distintas culturas que analizó, Toynbee se centra en el desafío y la respuesta como mecanismos de actuación y afrontamiento de las propias circunstancias para la resolución de conflictos. Para él, todas las civilizaciones (como los seres vivos) se enfrentan a desafíos ante los que su propio crecimiento y supervivencia exigen una respuesta y del mejor o peor modo de afrontar este tipo de desafíos y de su respuesta (o de la falta de ella), se deriva el destino que le aguarda.
Difícil es pensar que la lectura de la magna obra de Oswald Spengler ("La decadencia de occidente") no empujara a Arnold Toynbee a mejorarla, pudiendo llegar a la conclusión, tras el estudio comparativo de las civilizaciones, de que todas ellas pasan hasta la desintegración por un tiempo de angustias (sin duda, la fase en que le tocó vivir, con la explosión de los fascismos y el marxismo y la inminente explosión del renovado conflicto europeo), un estado universal y lo que llamó el interregno o, por decirlo así, el tiempo de espera ante la respuesta al desafío.
En lo que se separa drásticamente el autor británico del alemán, a pesar de haber sido acusado igualmente de pesimista, es en dejar una puerta abierta a la perpetuación de las civilizaciones, especialmente de la propia civilización occidental en la que vivió, observando como no necesario ni determinado que, tras la desintegración de una civilización, venga necesariamente su disolución.
Las circunstancias en que escribió su obra Toynbee influyeron, sin duda, en el contenido y la forma de la misma, en su aprensión por cualquier forma de violencia y su clara alineación con lo que llamó mansos de la historia, como Gandhi o Tolstoi, frente a los César o Napoleón, lo que llevó en los últimos años de su vida a mostrarse profundamente antisionista y contrario a la política de guerra que, desde su nacimiento, había mantenido el Estado de Israel.
Quizá sus posturas valientes ante realidades como esta última o su continuada oposición a todo tipo de violencia, o quizá también el hecho de que en la actualidad no haya lugar para filosofía, el estudio y la comprensión de la historia y, por tanto, de la naturaleza, el ser y el destino del propio ser humano, sean las razones de que su estudio haya caído desgraciadamente en desuso, pero de lo que no puede caber duda es de que nuestro mundo y nuestra cultura estarían más capacitados para afrontar los desafíos a los que pueda enfrentarse si volviéramos la vista atrás y releyéramos el estudio de la historia de Arnold J. Toynbee. Si tenemos tiempo, claro…
[1] Toynbee, Arnold J. (traducción de Vicente Fatone): Estudio de la historia, Buenos Aires, EMECÉ EDITORES, S.A., Volumen IV, Primer parte, pág. 28.
[2] Herman, Arthur (traducción de Carlos Gardini): La idea de la decadencia en la historia occidental, Barcelona, Editorial Andrés Bello Española, 1998, p. 259.
[3] Herman, Arthur: op.cit. p. 285.

ARTHUR HERMAN: LA IDEA DE LA DECADENCIA EN LA HISTORIA OCCIDENTAL
Arthur Herman viene a ser en este trabajo un contrapunto de Oswald Spengler y Arnold J. Toynbee, autores a los que estudió a lo largo de su carrera y cuya visión realista/fatalista (especialmente la de Spengler) acerca de la evolución y decadencia de la civilización occidental, no comparte. Doctor en historia por la Universidad Johns Hopkins de Maryland, la más antigua de Estados Unidos, con una tesis doctoral acerca del pensamiento político de los hugonotes (protestantes franceses), se especializó en la influencia y la huella que dejaron los grandes hombres en la historia del ser humano.
En "La idea de la decadencia en la historia occidental", Herman hace un completo recorrido por las numerosas aportaciones de filósofos, historiadores, antropólogos, sociólogos, etc., sobre un tema recurrente en la historiografía de nuestra civilización: la estresante, claustrofóbica, paralizante sensación de decaimiento, decadencia, ocaso de la cultura occidental.
Desde la filosofía griega, que veía decaer su orgullosa cultura, hasta las últimas corrientes declinistas, Herman hace un recorrido exhaustivo sobre el pensamiento europeo; como afirma en el epílogo de su libro, "este libro trata ante todo sobre la idea de la decadencia de la civilización y el ascenso del pesimismo cultural"[1].
Arthur Herman estructura su trabajo en tres partes bien diferenciadas: en primer lugar, introduce las ideas que durante el siglo XIX van a ir creando el caldo de cultivo necesario para que en las élites intelectuales de este siglo, deudor y heredero de las frustraciones revolucionarias de 1789, 1830 y 1848, cunda el desasosiego y el pesimismo. Por sus páginas pasarán los nombres de historiadores, sociólogos, antropólogos y profesionales de la ciencia y la filosofía que pueden estudiarse hoy en las facultades de Historia, Biología, Antropología, Arqueología, etc., de todo el mundo, situando su punto de partida en las frustraciones iluministas y las teorías darwinianas para desembocar en ideas supremacistas y racistas que, junto a la crisis del liberalismo y el progreso, serán una de las causas determinantes que derivarán en los conflictos del siglo XX.
Como en un gran flashback, el fracaso de las teorías lineales del progreso, el cristianismo y el socialismo, desembocarán en las sensatas propuestas de Al Gore y las radicales, utópicas y delirantes del Unabomber, quizá uno de los asesinos en serie más curiosos y desconcertantes, cuanto menos, de la historia criminal de Estados Unidos.
Las delirantes ideas racistas de Arthur de Gobineau, plasmadas en su "Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas", tan en boga en el desesperanzado siglo XIX y de tan trágicas consecuencias en el XX, darán paso en el libro de Arthur Herman a las apasionantes relaciones de tres personalidades universales como el historiador Jacob Burckhardt, el filósofo Friedrich Nietzsche y el compositor Richard Wagner, sus inquietudes y extravagancias, su pesimismo y la búsqueda del espíritu como solución a la incuestionable, para ellos, decadencia de nuestra cultura.
Progreso y decadencia, dos conceptos sobre los que gravita la obra de Arthur Herman y sobre los que han pululado las ideas de los grandes pensadores occidentales desde el Renacimiento; el autor norteamericano refleja de forma magistral el camino desde el optimismo desenfrenado del iluminismo y el positivismo de Comte, al pesimismo de los autores alemanes, franceses y británicos del siglo XIX, pasando por las advertencias de Malthus (quizá seamos demasiados) y el continuismo, hasta la felicidad utópica de la dictadura del proletariado de Marx.
El lugar central (como en los cambios que se producen en Occidente con la idea de progreso) lo ocupa Charles Darwin. Junto a la idea de progreso, de evolución de las especies y selección de los mejores, su teoría introducirá la idea sobre la que gravita el libro del autor estadounidense: que al dejar de ser fija e inmutable la historia natural de las especies (y por tanto, también la del hombre), "el estudio de la evolución no solo podía rastrear el ascenso de las especies a través del tiempo sino, como en el caso de los antiguos imperios y civilizaciones, su declinación y caída"[2].
A partir de Darwin, en el camino de la fe ciega en el progreso, Herman estudia las teorías criminológicas de personajes como Lombroso o Hippolyte Taine y se adentra en un mundo de ficción que nace de las teorías novecentistas sobre la degeneración y el terror, desde el doctor Jekyll al Drácula de Bram Stoker o el hombre lobo, pasando por las disquisiciones de Sherlock Holmes sobre la conversión del hombre en bestia y la supervivencia del menos apto, para acabar en el mal hecho realidad en la personalidad de Jack el destripador.
En la segunda parte de su trabajo, Herman introduce el análisis de cuatro profetas de la decadencia de nuestra sociedad que van a marcar el comienzo del siglo XX desde sendos puntos de vista, distintos pero convergentes: los hermanos Henry y Brooks Adams, aristócratas y anglosajones, y los propios Spengler y Toynbee suponen visiones de un mismo asunto desde el punto de vista de los emergentes Estados Unidos y de las decadentes Alemania y Gran Bretaña.
En la tercera parte, Arthur Herman se adentra en las múltiples reacciones que en la segunda mitad del siglo XX se producen al amparo de los movimientos en favor de la descolonización, la liberación de las minorías étnicas de las sociedades occidentales y, dentro de éstas, de los afroamericanos de Estados Unidos. Alrededor del estudio de diversas explosiones intelectuales de pensadores, desde las más pacifistas de Luther King hasta otras abiertamente justificadoras de la violencia como las de George Jackson o Houston Baker, el autor estadounidense desliza las nuevas opciones del multiculturalismo, la mezcla racial y cultural, y el inclusionismo de razas y de las opciones sexuales que se muestran hoy día en el escaparate occidental.
A las puertas de este siglo XXI, de tan incierto desarrollo y de justificados pesimismos, en los momentos en que Herman recoge el espíritu revolucionario que inspiraba de forma más o menos acertada el alma de los filósofos y pensadores negros que soñaban con un futuro en el que se revirtieran los polos hacia el afrocentrismo, más bien parece que los negros se han dividido: por un lado, aquellos que han entrado con éxito en el mundo occidental, en sus universidades, sus partidos políticos, sus administraciones, participando en sus decisiones típicamente occidentales y haciéndose partícipes también de decisiones odiosas. Por el otro lado, los negros de siempre, los que no van a la Universidad ni al despacho oval, siguen en las calles sin esperanza, enfrascados en pequeñas guerras internas, hoy han cambiado el crack por el fentanilo.
En general, Herman hace un largo y erudito recorrido por filósofos, activistas, políticos, sociólogos, historiadores, hasta delincuentes y marginados, cuyo punto en común es la insatisfacción con la civilización occidental que vivían desde el siglo XIX, una desafección que provocó y provoca pesimismo, racismo, puritanismo, odios y querencias que dejan conflictos irresolutos, abiertos, desgarradores.
"La idea de la decadencia de la cultura occidental" recoge las contribuciones de autores como Paul Ehrlich y Murray Bookchin en los años sesenta o las de Barry Commoner, René Dubos y Barbara Ward en los setenta, que coincidían con el llamado Club de Roma, fundado en 1968, en llamar la atención sobre el gran problema del desarrollo desmedido, el culto excesivo a la ciencia y el progreso y los desacatos de la civilización occidental a la naturaleza.
De los devaneos nazis con la naturaleza y el esoterismo a la cruda exposición ultra pesimista de Al Gore, la erudita síntesis de Arthur Herman nos deja quizá en el punto de partida. Si en el siglo XIX voces autorizadas como Jacob Burkhardt o Friedrich Nietzsche nos alertaban sobre la decadencia de nuestra civilización y en el XX Oswald Spengler, Arnold Toynbee, Marcuse, Horkheimer, Sartre, etc., la ponían ya en su punto de mira, Gore, exvicepresidente de Estados Unidos y candidato presidencial en las controvertidas elecciones del año 2000, en una lectura tan profundamente pesimista sobre el futuro del hombre, acerca la sensación de ocaso.
[1] Herman, Arthur: op.cit. p. 447.
[2] Herman, Arthur: op.cit. p. 118.

EMMANUEL TODD: LA DERROTA DE OCCIDENTE
Quedar estupefacto ante lo que se contempla requiere que alguien nos saque de nuestro ensimismamiento, nos pellizque y nos asegure que no dormimos, que no soñamos.
Para los que dejamos hace algún tiempo de escuchar las noticias que los medios convencionales nos transmiten cada día, ocultando las noticias verdaderamente importantes, edulcorando las desagradables y exaltando las intrascendentes, se nos hacía necesario que alguien con autoridad nos sacara de los mundos de Yupi y pusiera negro sobre blanco lo que cada día podemos intuir en canales alternativos.
Este alguien ha sido, en mi caso, Emmanuel Todd. 73 años, francés, historiador, demógrafo, sociólogo y politólogo, doctor en Historia por la Universidad de Cambridge. Con "La caída final: ensayo sobre la descomposición de la esfera soviética", obra que escribió con solo veinticinco años en 1976, alcanzaría años después la fama y el reconocimiento mundiales por predecir con gran exactitud la descomposición de la Unión Soviética y el bloque comunista; curiosamente, lo hizo basándose en indicadores demográficos como el índice de mortalidad infantil, uno de los factores que apunta ahora en 2024 como indicadores de la decadencia y el declive inexorable de su rival entonces, Estados Unidos.
Emmanuel Todd ha sido autor de innumerables investigaciones, destacando en el análisis de temas como la evolución de las creencias religiosas, las ideologías políticas y los movimientos demográficos desde una perspectiva antropológica.
En esta obra, como señalo en otras partes de este trabajo, definitiva, esclarecedora y sorprendente, Emmanuel Todd advierte diez sorpresas que ha deparado el conflicto en Ucrania, a saber: La guerra (de nuevo) en Europa, que los dos rivales sean, nada más y nada menos, que Estados Unidos y Rusia, la gran resistencia ucraniana, la enorme resiliencia económica de Rusia, la falta de voluntad propia de Europa, la reaparición incómoda de Gran Bretaña en el panorama internacional, la insuficiencia de la industria militar de Estados Unidos, la soledad ideológica de Occidente y su ignorancia sobre ella, el gran belicismo mostrado por los países escandinavos y, finalmente, la previsible derrota de Occidente.
El autor francés desarrolla a lo largo de su exhaustivo y ameno trabajo la sorpresa que estas certezas han supuesto para las, en ocasiones, estupefactas poblaciones occidentales. En realidad, a través de estadísticas demográficas, estudios sobre la personalidad y la idiosincrasia de las diferentes sociedades, análisis de los comportamientos de las élites dirigentes tanto de las naciones occidentales como, esencialmente, de los países en conflicto, de las mentiras institucionalizadas, las vulnerabilidades de nuestros sistemas políticos, financieros, universitarios, etc., Todd nos sitúa ante un mundo muy difícil de descifrar sin adentrarse con profundidad en sus páginas, pues muestra cómo el entramado institucional, los medios de comunicación al servicio de estas élites y las enormes influencias de los grupos de presión actúan continuamente con el fin de mostrarnos una realidad absolutamente disconforme con la verdad.
Si Oswald Spengler y Arnold J. Toynbee se quejaban de la cortedad de miras de nuestras élites dirigentes, del absurdo eurocentrismo que coarta las capacidades de comprensión por Occidente de sociedades extraeuropeas, sus sensibilidades, sus costumbres y modos de vida, sus formas de regirse en la esfera política, su carácter y actitud general ante la vida, Emmanuel Todd nos explica en "La derrota de Occidente", y al hilo del conflicto en Ucrania, las raíces antropológicas, características familiares y sociales, etc., de las poblaciones de Rusia, Ucrania, los países escandinavos, los belicosos bálticos, etc., así como las enormes carencias que comienza a advertir en el desarrollo político, económico, social, demográfico, industrial, etc., de un mundo occidental ciego ante una decadencia que ha de llevarle inevitablemente al ocaso y la irrelevancia mundial.
Si, efectivamente, comienza con la exposición de las diez grandes sorpresas que, a su juicio, ha deparado el estallido del conflicto en Ucrania, a lo largo de su ensayo responde de forma coherente a todas ellas, consiguiendo cerrar un círculo verdaderamente sorprendente.
Que Estados Unidos pueda ser un gigante con pies de barro cualquier estudioso con unos mínimos conocimientos puede advertirlo, pero un gigante con pies de barro sigue siendo, a fin de cuentas, un gigante, y éste tiene en el mundo actual capacidad no solo para revertir, al menos, su profunda decadencia, y continuar siendo un actor principal de la geopolítica mundial, sino, incluso, para romper la baraja y aplicar la doctrina Sansón a la que parecen querer llevarnos sus amigos de Oriente Medio.
Lo que nos descubre Todd son los enormes problemas y carencias que parecen indicarnos que esa reversión no se producirá. Demografía pobre, falsedades financieras, desigualdad social en aumento, desafección por las élites con respecto el sufrimiento del grueso de la población, división social y política, escasez de ingenieros, cultura del dinero, ausencia de valores, drogas, suicidios, aumento de la mortalidad infantil, alcoholismo, obesidad, son algunas de las vulnerabilidades que la derrota de Occidente nos muestra sobre Estados Unidos. Dos mundos paralelos, el de las altas finanzas, las agencias de control de datos, el enriquecimiento rápido e improductivo, el dominio de los grandes grupos de presión y otro de víctimas de experimentos farmacéuticos, personas sin acceso a los mínimos tratamientos contra enfermedades graves, grandes desigualdades económicas y sociales, miseria e inexistencia de perspectivas de futuro, se muestran al lector estupefacto que creía en otro mundo más fruto de Hollywood y el american style of life.
Si Todd acierta en su pronóstico acerca de la gran derrota de Occidente o no solo el tiempo lo dirá y esto escapa a las ambiciones de este trabajo; lo que sí podemos afirmar es que dibuja de forma coherente y brillante un presente de nuestra civilización contradictorio, oscuro y preocupante.

COMENTARIO FOTOGRÁFICO
"POUR NOS ENFANTS. LA PAIX EN ALGERIE"; la imagen es una fotografía en blanco y negro en dos planos, el vertical de la casa y el horizontal de las figuras humanas en movimiento. El centro de la imagen está presidido por un cartel con esta reclamación, una plegaria por la paz tras demasiados años de sufrimiento, degradación y padecimientos de niños, de civiles. Se sitúa en la pared de una típica vivienda humilde y sucia de la Kasba de Argel. Alrededor del cartel aparecen seis personajes aparentemente sin relación entre ellos, son cinco hombres, ninguna mujer, dos de ellos observando, quizá con esperanza, el propio cartel mientras otros dos se apoyan ociosos en la pared ajenos a éste. En la parte derecha los dos personajes que miran el cartel aparecen, como el ciudadano tapado por uno de éstos, en movimiento con las manos en los bolsillos. Ha llegado la paz a Argelia por fin, pero no la primavera, el frío del norte de África no se ha marchado con los franceses. Ambos se irán pronto.
Junto a los personajes adultos arremolinados en torno al cartel y a los que lo ignoran, ajeno a ellos y en una esquina de la imagen aparece el auténtico protagonista de la escena. Un niño, un "enfant" pasea por primera vez en mucho tiempo sin temor a las bombas, los atentados o la represión del ejército colonial. Lo hace con rostro triste, con las manos entrelazadas a la espalda, abrigado hasta el cuello, con ropa oscura, parece un niño-hombre, anda como un adulto, viste como un adulto, no juega. El niño que anda taciturno por las calles ensombrecidas de la Kasba podría ser cualquiera de los otros dos alegres enfants que sirvieron a la fotografía que se reproduce en el cartel que, no por casualidad, aparecen felices, sonriendo, ajenos a los sufrimientos de la guerra de los mayores. La unidad entre los dos pueblos, los lazos irresolubles que el gobierno francés quiere mantener con la colonia quedan simbolizados por dos niños, uno francés, otro argelino, que juegan y ríen juntos ajenos a las bombas, la muerte, los sacrificios y el sufrimiento de la guerra mientras la triste realidad de ésta se muestra en el rostro del niño-hombre que camina ocioso.
La oscuridad general de la imagen, la suciedad y humildad de la vivienda, las ropas lúgubres de los personajes y el frío que transmite la imagen contrastan con el blanco de los gorros de algodón de algunos de ellos, el blanco de la paz.
No deja de ser curioso que esta fotografía de France Press recogiera el cartel oficial que el gobierno francés diseñó para promocionar la paz en Argelia. Recoge una leyenda escrita en primera persona y en nombre, evidentemente, de los argelinos. No alude en ningún caso ni a la República francesa ni a los pied-noirs. La potencia colonial oficializa una llamada a la paz en nombre de los argelinos. Esta llamada a la paz, aludiendo a lo más sensible, los niños, el futuro, preside la imagen del primer día del alto el fuego. Es casi una súplica. Sin embargo, puede tener doble lectura: el gobierno francés no asume ningún tipo de culpabilidad, solo suplica la paz tocando la fibra más sensible del ser humano, del pueblo argelino.
Por otro lado, la propia leyenda nos sugiere que la República francesa ha alcanzado un alto el fuego con la insurgencia argelina, se ha alcanzado la paz, pero no ha dejado de considerar a la colina africana como parte de su propio ser, es como la pérdida de un amor que nos resistimos a interiorizar, a tolerar. No hemos aceptado que nuestras vidas habrán de seguir diferentes caminos. Los niños ya no son los hijos de la vieja Francia, son ya el futuro de la nueva Argelia.
En la espléndida película-documental de Gillo Pontecorvo de 1966, con música de Ennio Morricone, La batalla de Argel, podemos apreciar cómo al comienzo de la insurrección argelina, el Frente de Liberación Nacional impone severas medidas de austeridad contra la corrupción y decadencia moral que achaca al colonialismo francés. Un hombre borracho y decrépito sube a duras penas las escaleras de una calle de la capital argelina. Como en la imagen, las ropas oscuras de los habitantes de la Kasba se confunden entre el deliberado blanco y negro de la producción italiana cuando una jauría de niños desarrapados rodean, golpean y arrastran escaleras abajo como hienas al borracho. El cambio en las costumbres ha comenzado cuando se vislumbra ya el final del sufrimiento en marzo de 1962, cuando se alcanza el alto el fuego en Argel, con los enfants como protagonistas, de la paz y de la guerra.
En mayo de 1940 la Alemania nazi lanzaba sobre Europa occidental la Blitzkrieg, la guerra relámpago, y en seis semanas Francia se había rendido y casi terminaba así su protagonismo en la Segunda Guerra Mundial. Solo catorce años después, en mayo de 1954, la guarnición francesa de Dien Bien Phu se rendía ante la irresistible fuerza de los guerrilleros del Viet Minh liderados por Ho Chi Minh y las tropas coloniales francesas salían humilladas de Indochina. No habrían de transcurrir ni seis meses para que el 1 de noviembre estallara en Argelia la rebelión nacionalista encabezada por el Frente de Liberación Nacional contra la antigua esplendorosa potencia colonial europea, "era otra muestra del proceso de descomposición del imperio colonial francés"[1].
Hasta marzo de 1962 la actividad insurgente del Frente de Liberación y otros grupos subversivos llevarán a la IV República a un enfrentamiento en el que atentados, bombas, represión, torturas, crímenes de Estado, muerte y destrucción romperán los lazos con la tierra que los pied noirs habían ayudado a levantar. En la imagen solo aparecen ciudadanos argelinos, no hay ningún francés, pero el hecho es que esta guerra colonial fue emprendida por la República como una lucha por algo propio. Desde las altas instancias de la vieja potencia europea se consideraba Argelia como propia, como parte de Francia, una tierra en la que muchos ciudadanos de origen francés habían nacido y en la que habían nacido sus padres.
Aquello no tenía nada que ver con Indochina, Argelia era Francia, de ahí el contenido del cartel oficial francés en el que se manda un mensaje en primera persona, pues la presencia francesa en Argelia se remontaba a 1830 cuando no existía ni conciencia nacional en ésta. Entre 1956 y 1962 la inercia imparable de los acontecimientos chocó con la contumaz resistencia francesa y la represión despiadada que no hizo sino acrecentar el odio del naciente pueblo argelino. El conflicto, los atentados, los métodos represivos (torturas, ejecuciones extrajudiciales, bombardeos indiscriminados) se llevarán por delante la IV República y con la llegada al poder del General De Gaulle en 1961 ya un referéndum tanto en la metrópoli como en la colonia ponía sobre el tapete la realidad de que los deseos de los aburguesados ciudadanos franceses, los de los militares empeñados en la guerra, los pied noirs y los propios argelinos se movían en distintas direcciones, pues tanto en Francia como en Argelia se abría la puerta a la independencia de ésta.
Los Acuerdos de Évian abrían la puerta a la paz y el alto el fuego se declaraba el 19 de marzo de 1962. En la imagen pesa más el cansancio, las penurias de la guerra, la miseria y el sufrimiento que la esperanza y el júbilo que se desataría poco después con la declaración de independencia de Argelia. No hay nada que celebrar en la imagen. El sufrimiento y el hartazgo por la guerra se transmiten por los paseos ociosos y la mirada perdida del niño. Ahora se puede pasear con libertad y sin peligro por las sucias calles de la Kasba argelina, pero no hay nada que celebrar.
En la guerra de Argel confluyeron la profunda decadencia del colonialismo europeo y la propia decadencia de Francia como potencia colonial con la insurgencia de África en pos de su independencia, una independencia que, tristemente, no habría de llegar con la expulsión de los pied noirs, quién sabe si lo hará con las nuevas formas de cooperación que hoy en día desarrollan potencias como China o Rusia, con nuevos métodos y nuevas estrategias.
Entre 1940 y el 20 de marzo de 1962, de la esplendorosa Francia del Rey Sol, la antigua potencia imperial napoleónica, el dominio de este a oeste en el norte de África, se había pasado a las derrotas de la batalla de Francia, la infame y humillante salida de Indochina y el abandono a su suerte de los franceses que, sin duda, habían ayudado al nacimiento y creación de la nación argelina. Todavía en estas tierras del sureste español convivimos con muchos de los descendientes que al dejar Argelia sintieron que dejaban parte de su vida y su Patria en aquella tierra norteafricana. En la imagen de la fotografía ya no hay ningún francés, solo ciudadanos argelinos en cuyas manos habría de estar el futuro de Argelia. El último rescoldo de la presencia francesa será pronto el cartel oficial que demanda la paz con dos niños, uno francés, el otro argelino, y representa el futuro que desde la metrópoli se deseaba para ambas naciones.
Sin embargo, 62 años después la realidad es totalmente distinta. No ha habido un futuro común de cooperación y respeto entre ambas naciones, entre ambos pueblos. Los viejos rescoldos, recelos y odios entre ambos se manifiestan ahora en la antigua metrópoli con los representantes de terceras y cuartas generaciones de los primeros argelinos que emigraron a Francia para buscar un futuro mejor tras la terrible guerra de liberación. Hoy en día una gran parte de la población francesa de origen argelino vive en Francia, tiene pasaporte francés, accede a las prestaciones sanitarias y educativas de la vieja metrópoli, pero no se siente francesa, existe un enfrentamiento latente entre dos pueblos que desconfían mutuamente y a los que separan no solo el pasado, sino profundas diferencias culturales, religiosas, en sus formas de entender la vida y la existencia. La brecha entre ambas comunidades parece ahora tan grande como la que las separaba en 1956. No ha habido integración, como ya advirtiera el muy afrancesado rey de Marruecos, Hasan II.
El mensaje de la fotografía no ha calado en los pueblos francés y argelino. El sueño de alcanzar la confraternización entre los pueblos argelino y francés quedó encerrado en el cartel que suplicaba la paz entre ambos y hoy día se vislumbran más sufrimientos, más enfrentamientos y desconfianzas. El actual abandono por la África francófona de sus lazos con la antigua metrópoli y el corte en las relaciones asimétricas con ésta para crear una nueva independiente y alejada de los abusos coloniales, unidos a la resistencia de dirigentes como Emmanuel Macron que intentan conformar para la antigua potencia europea un lugar en el mundo multipolar que se avecina, no aventuran un resurgimiento, sino una dependencia transversal de ésta respecto de otros poderes ajenos a Europa. En 1962 Francia comenzaba a abandonar Argelia; en 2024 comienza a abandonar África.
[1] Mazzei, Daniel H.La misión militar francesa en la escuela superior de Guerra y los orígenes de la Guerra Sucia, 1957-1962, Revista de Ciencias Sociales 13, 2019.

